Cómo es posible que haya gente tan… (aquí que cada uno ponga lo que se le venga a la cabeza) que le estén haciendo el boicot a los productos catalanes. Gente que estas Navidades se van a negar a comprar, entre otras cosas, cava catalán. Un cava, por ejemplo, con tapones de corcho fabricados en Extremadura; o que fabrican y elaboran gente, no ya de distintas partes de España, sino de múltiples nacionalidades, que pueden ver peligrar sus puestos de trabajo si las ventas caen.
Pues sí, señor. Este año todas estas personas andarán dando la murga en tiendas y supermercados, colocándose las gafas de cerca, para ver si el cava es de Cataluña o de Aragón, o de sonde sea. Y que terminarán comprando Champagne. Francés. Lo peor es que estos mismos que ahora hacen el boicot a lo catalán, unos años atrás se negaban a comprar nada que viniera de Francia porque sus agricultores nos tiraban la fruta en la frontera. Digo. Los mismos, no tengo duda, porque el tren de pensamiento tiene que haber sido similar, seguro.
Pero no sólo hay gente que no va a comprar productos catalanes, los habrá aquellos que usen este tema para polemizar en la cena de Navidad (una excusa más, porque siempre se polemiza), en estas fechas entrañables en las que tenemos que aguantarnos unos a otros dentro del amplio marco de familiares y allegados que nos rodean. Estará el típico de “no, yo no brindo este año porque habéis comprado cava catalán. Bueno, lo hago con agua, o con el tinto, kesdakí, dEhspaña”.
En definitiva, que, por lo visto, a la gente le encanta seguirles el juego a los políticos y así nos va, cada vez éstos son peores, más descarados y con menos vergüenza, y cada vez se quedan más con el personal. A saber las comisiones que estarán cobrando algunos de empresarios no-catalanes de vino espumoso...
Aunque de todos modos no se cómo me extraño tanto si estamos en el mismo país en el que un grupo de políticos y algunos de sus seguidores celebran un acto en honor de la Constitución en el que se escuchan gritos de “España es una grande y libre”, que nos suena tanto a eso que se gritaba en este país cuando la democracia era una utopía. Pues bien esa contradicción alarmante ni nos hace reaccionar. O donde están los otros, esos que se han dedicado en el día de la Constitución a hacer un acto en el que se rompían las páginas de la misma, supongo que en un acto conceptualista moderno que te cagas. En fin, lo dicho. Aquí andamos a ver cuál hace la barbaridad más bárbara. Como diría Forges, “¡Qué país!”
¡Dejen de pensar por sí mismos! Como Alonso, ¡brinden con Champagne francés!
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