¨Su rostro tenía aquella leve dureza que aparece cuando han llegado y se han ido los treinta años, pero el efecto del conjunto con su persona era de juventud… de soberbia y de triunfante vitalidad.¨
¨– La muchacha de Simla, de que hablé antes –intervino el mayor Barry–, destrozó un par de matrimonios felices.
– Hay un tipo de mujer –dijo miss Brewster– que gusta de destrozar hogares. –Guardó silencio, y añadió al cabo de unos instantes–: ¡Patrick Redfern es un imbécil!¨
¨–¿Y usted deseaba retroceder a aquellos tiempos? –preguntó Poirot.
– No se puede retroceder. Eso nunca –contestó la joven–. Pero hubiera deseado recorrer ese camino de un modo muy diferente.¨
¨Linda buscó torpemente en los rincones de su imaginación. No tenía habilidad para clasificar sus emociones y ponerles un nombre. Lo que buscaba era algo que expresase lo que Arlena ¨hacía¨ a la gente… a la casa… a su padre.
¨Es mala, pensó con decisión, muy mala, muy mala¨.
Pero ni siquiera con esto expresaba su sentir. No podía limitarse a levantar la nariz con un respingo de superioridad moral y arrojar a aquella mujer de la imaginación.¨
¨– (…) Las Arlena Stuart o las Arlena Marshall de este mundo no tienen importancia.
– Tonterías –rezongó Cristina Redfern.
– Le aseguro a usted que es cierto. Su imperio es del momento y por el momento. Lo que importa real y verdaderamente es que una mujer tenga bondad y talento.
– ¿Cree usted que a los hombres les interesa la bondad y el talento? –preguntó Cristina con sorna.
– Fundamentalmente, sí –contestó gravemente Poirot.¨
¨– Quizá, no. Y, sin embargo, estoy convencido de que, a pesar de su apasionamiento por mistress Marshall, Patrick Redfern quiere realmente a su esposa.
– Bien pudiera ser, señor. No sería la primera vez que eso sucede.
- ¡Eso es lo lastimoso del caso! –murmuró Poirot–. El cariño en esas condiciones es lo que más trabajo cuesta hacer creer a las mujeres.¨
¨– (…) Pero, aunque parezca el peor de los hipócritas, la verdad real es que quiero a mi mujer… y que la quiero con toda mi alma. Lo otro fue una locura, una de esas idioteces que hacen los hombres (…). Ella es la verdad. Aun en medio de mis extravíos no he dejado de pensar un instante que ella era la persona que realmente contaba en mi vida.¨
¨Ella era para él como una chiquilla que no podía pasar de cierta página en el libro de la vida.¨
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