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Foto del escritorPadiesha

Para empezar

Es mentira eso de que la primera impresión es lo que cuenta. Por supuesto hay mucho más. Tienes que enterarte de qué hay detrás de esa primera impresión porque todos andamos por ahí intentando dar una imagen de nosotros mismos que no se corresponde, casi nunca, con la realidad. Pero claro, para empezar, de algo te tienes que valer. Hay que estar muy atento a todo y, si quieres hablar de algo que desconoces, tienes que echar mano de las primeras impresiones. Los holandeses son muy simpáticos. Ahí va mi primera impresión. La gente aquí te atiende con amabilidad y con mucha comprensión. Pero no sólo eso. En una ciudad pequeña, pero nada desdeñable como Nijmegen, con más de 150.000 habitantes, vas por la calle, te cruzas con un desconocido (alto y rubio por lo general), y te saluda. Recuerdo que mi abuela me decía que había que saludar a la gente con la que te cruzabas por la calle aunque no la conocieras. Para mí esa era una costumbre antigua, típica de los pueblos pequeños. Pues bien, aquí, en Holanda, se hace. Al menos en Nijmegen. Los holandeses son muy altos y muy rubios. Ya se que esto es un tópico, pero es que es así. Por supuesto hay bajitos y morenos, pero haciendo la media (y no sólo lo digo yo, sino que hay estudios oficiales que lo corroboran), son muy altos. Aquí se paga por todo. Por tener atención médica, por aparcar el coche, por las bolsas en los supermercados, por sacar libros de la biblioteca… Aunque también te pueden sorprender, de repente, con una máquina de café en mitad del supermercado o de una óptica, donde puedes servirte tu tacita totalmente “gratis” (en holandés “gratis” significa “gratis”, pero se pronuncia algo así como “jjjratis”).



Nijmegen es una ciudad preciosa. Los parques son una maravilla y las calles, tan amplias y tan limpias, con su carril bici, con esas casas tradicionales holandesas de dos plantas y ático, con amplios ventanales que los holandeses decoran con primor… En fin, una gozada para la vista.



Y por último, la primera impresión más impresión de todas. Cuando, hablando con mi gente en El Puerto, me comentaban que tenían un día de playa con más de 20 grados, aquí acababa de llover agua-nieve y en la calle no se pasaba de los 4 grados. Aquí hace mucho frío y mucho viento, que es peor. Tanto que ¡hasta te duelen los dientes si no tienes la boca cerrada! Lo dicho, las primeras impresiones son sólo eso, primeras impresiones. Ya veremos a ver en qué se convierten estos simpáticos holandeses, o en qué cambia este frío gélido y esta ciudad preciosa. Tiempo al tiempo. O quizás mejore todo, quién sabe.




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